La pasión por el campo, el mundo rural y la relación que establece el hombre con la naturaleza forma parte del ADN de Elena Pita. Ingeniera agrónoma, experta en medio ambiente, desarrollo sostenible y cambio climático, (ahí es nada), apuesta por conocer los problemas ambientales desde las trincheras: ha trabajado en más de 30 países con responsabilidades en la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, la Oficina Española de Cambio Climático, la Comisión Europea y Naciones Unidas. Ahora, como directora de la Fundación Biodiversidad, insiste en que se ha acabado el tiempo de establecer hojas de ruta y es momento de actuar para hacer frente al calentamiento global y a la pérdida de biodiversidad. Convencida de la conectividad entre la salud del hombre y de los ecosistemas, esta segoviana que se confiesa enamorada de la Sierra de Guadarrama y, de entre todas las especies, amante de su perro Max, tiene claro que la Naturaleza nos proporcionará las respuestas para abordar los retos ambientales.
La ONU alerta de que un millón de especies están en peligro de extinción por la sobreexplotación de los recursos terrestres y marinos. No parece un buen punto de partida.
—No. Nos encontramos inmersos en dos crisis ambientales: la provocada por el cambio climático y la pérdida acelerada de biodiversidad. Ahora, sumamos la sanitaria. Las tres están interconectadas y son la consecuencia de un modelo económico que no respeta los límites planetarios y sobrepasa la capacidad de regeneración de los ecosistemas. Nuestra manera de producir ha tenido consecuencias: sobreexplotación, contaminación, calentamiento global…, lo que conlleva pérdida de biodiversidad y de los servicios que nos prestan los ecosistemas. Tenemos que modificar, de forma urgente, nuestra interacción con la naturaleza.
¿Hay posibilidad de revertir la situación?
—En otras eras geológicas se han producido extinciones masivas de especies ante cambios climáticos producidos por las variaciones galácticas y orbitales, o la variación solar… La buena noticia es que la intervención humana, que ha provocado el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, también puede contribuir a revertirlos. No será fácil, se requiere de recursos económicos, ambición política y la implicación de la sociedad, pero es posible. Ahora es el momento de actuar y hay soluciones encima de la mesa que se pueden escalar.
¿Soluciones?
—Es importante subrayar desde el punto de vista de la biodiversidad que la naturaleza es una parte importante de la solución. Estamos en un momento donde el tiempo juega en nuestra contra, ante una década decisiva, pero también es un momento de oportunidad. Tenemos que darnos cuenta de que la naturaleza es una fuente de soluciones, es proveedora de respuestas para abordar los retos ambientales y debemos reforzar su papel en nuestra forma de vida.
¿Hablamos de innovación o de cosas más sencillas?
—Muchas veces la tecnología punta es plantar un árbol. Las Soluciones basadas en la Naturaleza (SbN) son eficaces y costo efectivas; pensemos por ejemplo en el papel de los bosques en la purificación del aire y del agua, en la protección contra la erosión, los deslizamientos de tierra y la absorción de carbono. La innovación es importante, pero no está solo en qué soluciones aplicamos para resolver los problemas, sino también en el cómo, por ejemplo, en las formas de gobernanza y participación.
La pandemia ha aplazado ya en varias ocasiones la 15ª Conferencia de las partes del Convenio de Naciones Unidas de Diversidad Biológica (CDB). ¿Qué importancia tiene esta cita mundial prevista, si nada cambia, en la ciudad china de Kunming?
—Recientemente hemos conocido por parte del CBD las nuevas fechas de esta conferencia. Habrá una primera parte online en octubre y la presencial se pospone, de nuevo, hasta abril de 2022. Esta cita será importantísima, ya que en ella se revisarán los resultados del Plan Estratégico para la Diversidad Biológica desde 2011 hasta 2020. Ante los modestos resultados que obtuvo este Plan (no se cumplió en su totalidad ninguna de las metas previstas), en esta nueva cita se tratará de reforzar ante la ciudadanía la importancia del papel de la naturaleza e impulsar las acciones que, como sociedad, tenemos que realizar para revertir la pérdida de biodiversidad, de la que, en definitiva, depende también nuestra supervivencia.
La Covid-19 está suponiendo un freno a este encuentro pero, ¿podría también afectar a sus conclusiones?
—Dentro de todo el horror y situaciones dramáticas que hemos vivido, algo hemos aprendido. Existe un mayor entendimiento de nuestra dependencia de la naturaleza, del vínculo entre la destrucción de ecosistemas y la pérdida de los servicios que nos prestan. Somos más conscientes de esa conexión que existe entre la salud de los ecosistemas y de las personas. De ahí que desde las Naciones Unidas se promueva el concepto de una única salud: la planetaria.
¿Cala el mensaje?
—Hablamos de cambios estructurales que no solo afectan a la economía, sino que tienen que ir acompañados de un importante cambio cultural y de mentalidad de la sociedad. El ciudadano no tiene dos botones en su casa para encender o no la luz con energía renovable. Pero tiene un papel importante en la toma de muchas decisiones cotidianas. El mensaje de la ciencia es claro, rotundo y urgente, y hay que conectarlo con sentimientos positivos que impulsen las ganas de cambiar el mundo.
Ha trabajado en muy diferentes lugares: Mauritania, Panamá, Gabón… ¿Son universales los problemas ambientales?
—He tenido la suerte de trabajar en diferentes países con muy diferentes contextos y ver cómo influyen en los problemas ambientales las cuestiones culturales y sociales. He comprobado cómo se pueden aplicar distintas soluciones a problemas ambientales similares y también soluciones parecidas en contextos ambientales muy diferentes. Los problemas son universales pero afectan de distinta manera a nivel local y, como son complejos, no existen recetas para abordarlos, en cada contexto hay que buscar la mejor solución.
Los países en desarrollo son clave para la preservación de la biodiversidad, ¿tienen mayor o menor concienciación de los problemas ambientales?
—En los países en desarrollo, donde la naturaleza está muy presente, resulta difícil trasladar el mensaje de escasez. La fragilidad del ecosistema resulta a menudo difícil de percibir. A pesar de que puede existir una relación más directa con problemas ambientales, como sequías, inundaciones o mayor frecuencia de fenómenos extremos consecuencia del cambio climático, es difícil asumir que no son casuales, que han venido para quedarse. Además, como decía, los problemas ambientales son complejos y exigen respuestas complejas de manera coordinada y multilateral, basada en la negociación y en los acuerdos entre países. En general, los países en desarrollo sufren más los efectos de la degradación ambiental y del cambio climático, porque dependen más directamente de los recursos naturales y tienen menos recursos para hacerles frente, pero al mismo tiempo han contribuido en menor medida a producir el problema.
Ha señalado la necesidad de ambición política para revertir la situación y considera que ya no es momento de hojas rutas sino de actuar. ¿Está España haciendo los deberes?
—Ante la situación tan crítica la buena noticia es que tenemos planes, estrategias y marcos normativos que ayudan al cambio, empezando por el Green Deal y la Estrategia de la UE de Biodiversidad 2030, y siguiendo en España por una Ley de Cambio Climático y Transición Energética, la Estrategia Nacional de Infraestructura Verde y de la Conectividad y la Restauración Ecológica, la de Conservación de los Polinizadores, de Economía Circular… Por un lado, tenemos todo un marco estratégico que nos dice cómo avanzar y, por otro, una sociedad que está escuchan - do. España es muy activa y el abordaje de los temas ambientales ha ido evolucionando, para integrarse mejor en todos los sectores. Estas estrategias tienen unos objetivos claros, pero para conseguirlos se necesita la participación desde todos los actores, territorios y sectores.
Después de veinte años de andadura, ¿diría que la Fundación Biodiversidad es más necesaria que nunca?
—Sí, en el sentido de que los aspectos ambientales han cobrado importancia en el marco de la recuperación, que queremos sea verde. Construimos sobre los aprendizajes de veinte años de experiencia, que son muy valiosos para enfrentarnos a los nuevos retos en un contexto de emer - gencia climática, de pérdida de biodiversidad y en medio de los problemas económicos y sociales provocados por la pandemia. Hemos apostado por poner nuestro granito de arena dentro del Plan de Recuperación.
¿Será un granito o más bien un montoncito de arena?
—Hemos diseñado cinco convocatorias específicas con importantes cuantías para implementar las SbN en el en - torno urbano, una nueva convocatoria sobre bioeconomía y otra para apoyar la investigación, dirigida a tres cuestiones que consideramos claves para la conservación y la recuperación de la biodiversidad: una transición energética respetuosa con la biodiversidad terrestre y marina, la gestión de espacios marinos protegidos y la biodiversidad marina, y los corredores biológicos e infraestructuras verdes. Además, habrá dos convocatorias que reforzarán algunas prioridades del MITECO como son el refuerzo de las redes de varamiento y rescate de especies marinas y el apoyo a los centros CITES que gestionan el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres. Y a los programas Empleaverde y Pleamar, que tienen el objetivo de impulsar la economía verde y azul, destinamos otros 19,6 millones.
Una de las fortalezas de la Fundación Biodiversidad es su capacidad de articular distintas fuentes de financiación. Contamos con ayudas vinculadas al Fondo de Recuperación y Fondos Europeos; ejecutamos además proyectos Life y proyectos propios. Esto es una gran responsabilidad, pero también supone un reto muy estimulante porque hay que utilizarlos bien, en proyectos con impacto y transformadores. Manejar cifras y tantos proyectos no será tarea fácil…
La sede de la Fundación Biodiversidad ha sido construida bajo criterios de sostenibilidad y eficiencia energética
Las actuaciones son muchas y en muy diversos campos, pero de todo el trabajo, ¿cuál siente como punta de lanza?
—En la última década, creo que nuestro gran logro ha sido contribuir a la conservación de las áreas marinas protegidas y a su gestión, algo por lo que la Fundación Biodiversidad lleva apostando más de una década a través de los programas LIFE Indemares primero e Intemares después. En solo unos años España ha pasado de proteger menos del 1 % de la superficie marina a más del 12% actual y somos de los pocos países europeos que ha superado el compromiso del Convenio de Diversidad Biológica (CBD), que marca el 10 %. Nuestro proyecto se ha convertido en un referente internacional por la gestión, participativa y basada en la ciencia que promueve, y por su capacidad de integrar otros fondos y actores, incluyendo al sector productivo. Además, hemos trabajado en la mejora del estado de conservación de cerca de doscientas especies, entre ellas algunas tan emblemáticas como el lince ibérico, el oso pardo o el águila imperial, y en la promoción de la economía y el empleo verde, gestionando fondos estructurales europeos. Actualmente tenemos en marcha un proyecto de restauración de humedales para la conservación una especie en peligro crítico de extinción, la cerceta pardilla ¡No nos relajamos!
¿La siguiente apuesta?
—Integrar la biodiversidad en los espacios urbanos. Históricamente cuando se hablaba de conservación de la naturaleza se constituyeron parques en zonas prístinas que se querían conservar por su alto valor natural, luego se incluyó a los paisajes agrarios ricos en diversidad y servicios ecosistémicos. El siguiente reto es reforzar el papel de la Naturaleza integrándola en los espacios urbanos, y desde la Fundación queremos contribuir a través de la convocatoria de renaturalización de ciudades que comentaba antes, y promoviendo la capacitación y el intercambio de experiencias en esta materia. Buscamos potenciar las infraestructuras verdes en entornos urbanos, como parques y jardines ricos en biodiversidad, huertos urbanos, jardines verticales y cubiertas verdes, calles arboladas..., que nos proporcionan servicios ecosistémicos, relacionados con la calidad de vida, la salud y el bienestar, como la regulación térmica la purificación del aire o la disminución del impacto acústico, y contribuyen a luchar contra el cambio climático.
España ha pasado de proteger menos del 1 % de la superficie marina a más del 12 % actual, uno de los pocos países europeos que ha superado el compromiso del Convenio de Diversidad Biológica, que marca el 10 %
En ello, ¿qué papel juega el sector privado?
—Necesariamente tienen que ser parte de la solución. Desde la Fundación Biodiversidad apostamos por fomentar el empleo y la cooperación con el sector privado a través del programa Empleaverde o de la Iniciativa Española Empresa y Biodiversidad. Las empresas tienen potencial para impulsar la transición ecológica con soluciones innovadoras, integrando las consideraciones ambientales en su forma de producir y en la toma de decisiones y modificando su cadena de valor. Además del impacto que tienen en sus resultados los riesgos ambientales, cada vez más empresas ven la transición ecológica como una oportunidad. Necesitamos del compromiso de todos los actores y se está avanzando mucho; la cuestión es que en el contexto de urgencia en el que nos encontramos, los cambios que se necesitan nunca suceden todo lo rápido que nos gustaría.
Ha hablado de empleo… entiendo que verde.
—Por supuesto, porque la Economía Verde ya no es una posibilidad, es la única opción. A través del Programa Empleaverde fomentamos la formación para el empleo y proporcionamos ayudas a la contratación en sectores relacionados con el medio ambiente y la sostenibilidad de las actividades económicas. Así, por ejemplo, en esta convocatoria hemos puesto en marcha ayudas por 9,8 millones de euros con este fin.
Transición ecológica justa… ¿Es posible conjugar protección de la biodiversidad, descarbonización, crecimiento económico y justicia social?
—En todo cambio hay ganadores y perdedores, el reto es conseguirlo sin dejar a nadie atrás. Se prevé que el proceso de transición ecológica conllevará una creación neta de empleo, pero desaparecerán unos y se crearán otros nuevos. Se ahí la importancia de enfocarse en que la transición ecológica sea además justa. En nuestro caso, como mencionaba antes, damos una alta prioridad a la formación y capacitación, ya que se requerirán nuevas habilidades para aprovechar los nuevos yacimientos de empleo verde. Por otro lado, los aspectos de reto demográfico tienen un estrecho vínculo con el papel que los territorios tienen en la gestión de su capital natural y los problemas ambientales a los que tiene que hacer frente. A unos el cambio climático les afecta con sequías y en otros con inundaciones; en unos territorios hay abandono y, en otros, superpoblación. No hay una receta única pero sí principios orientadores que debemos tener presentes. Y hay que crear oportunidades para que las personas puedan elegir la vida que quieran sea cual sea su territorio.
Justicia social, igualdad de género… ¿Cómo es la situación de la mujer en el sector ambiental?
—Tenemos una vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, una Secretaria de Estado de Energía, mujeres al frente de la Oficina Española de Cambio Climático y del Organismo Autónomo Parques Nacionales, y varias Directoras Generales… en el MITECO sabemos lo que es el liderazgo femenino. Pero entre las mejoras constatadas en muchas áreas ambientales, la participación de la mujer en la toma de decisiones ambientales no es una de ellas. La participación desigual de las mujeres en los procesos de toma de decisiones y en el mercado laboral, a menudo impide que las mujeres contribuyan plenamente a la planificación, formulación de políticas e implementación de acciones relacionadas con el medio ambiente y el cambio climático. Esto, a su vez, puede aumentar las desigualdades ya preexistentes y disminuir la eficacia de estas políticas. Si antes decíamos que la Naturaleza es proveedora de soluciones, también es importante el papel de las mujeres como agentes de cambio, hay que ponerse las gafas de lejos para que se deje de ver sólo como un colectivo desfavorecido y contemplar su gran potencial para generar e impulsar esta transformación ambiental. La relación entre género y medio ambiente es clave para abordar estos retos de un modo sostenible e igualitario.
Detener el calentamiento global, frenar la extinción de especies, economías respetuosas con el medio ambiente… ¿Lo conseguiremos?
—Desde la Fundación Biodiversidad seguiremos trabajando para ello, apostando por la Naturaleza como solución, defendiendo y protegiendo el valor de cada uno de los ecosistemas que forman nuestro planeta. Todos y cada uno de nosotros somos parte de la solución y cambiar la situación está en nuestras manos.