Turismo sostenible en zonas rurales, oportunidad de empleo y desarrollo socioeconómico

Turismo astronómico en Fregenal de la Sierra, en el espacio natural de Sierra Morena © J.L. Quiñones / Entrestrellasyencinas

Manuel Rivera Mateos

Profesor titular del Área de Geografía Humana de la Universidad de Córdoba. Director del Centro de Análisis y Prospectiva del Turismo

Las actividades agrarias tradicionales del medio rural han ido perdiendo peso en las últimas décadas en el conjunto de su economía e incluso no pocas de ellas han ido desapareciendo o han sufrido una crisis sin precedentes en medio de unos procesos de reestructuración socioeconómica general y de aparición de nuevas funciones y usos del espacio rural, cada vez más terciarios, que intentan orientarse a la atención de las nuevas necesidades de las sociedades contemporáneas y postmodernas, como también a las exigencias de competitividad de los mercados. En definitiva, se ha ido asistiendo a una crisis de su modelo de desarrollo que ha sido, entre otras cosas, la motivación de la puesta en marcha de la Política Agraria Común (PAC) (Sampedro y Camarero, 2007). De esta manera, aunque el sector agrario siga siendo la base productiva principal de muchas de estas zonas rurales, ha ido creciendo significativamente la población ocupada en el sector servicios hasta el punto de que este ya da empleo a la mayor parte de la población activa rural en España.

En este marco general se produce, en definitiva, una tendencia reciente de diversificación de las actividades económicas para dar paso a otras relacionadas con las nuevas necesidades de la población como el ocio y el descanso, el contacto con la naturaleza, los comercios y los servicios sociales, los servicios financieros, etc. Y a esto hemos de sumar el envejecimiento de la población, como consecuencia del éxodo rural a las zonas urbanas de los segmentos demográficos más jóvenes y activos desde prácticamente la década de los años cincuenta, lo que ciertamente ha agravado la situación. Como consecuencia, hoy día está más que asumido que la respuesta a los problemas del mundo rural no puede venir de la mano exclusiva de las actividades agrarias y primarias, sino que debe canalizarse con una estrategia de desarrollo integral que promueva la diversificación de sus actividades económicas, al tiempo que promueva las señas de identidad cultural de las zonas rurales y la preservación de sus valores patrimoniales, tanto naturales como socioculturales, tangibles e intangibles (Bote, 2001; Flores y Barroso, 2011).

Esta estrategia integral de desarrollo rural debe considerar otras nuevas funciones que desempeñar por el medio rural, tales como la mejora de la calidad de vida de la población, la regeneración y dinamización de su tejido socioeconómico, el mantenimiento de la población y la captación de nuevos activos demográficos, la protección ambiental y la creación de empleos estables mediante la especialización y diversificación de la actividad económica. Y precisamente entre esas actividades que poseen un mayor potencial para generar nuevas fuentes de riqueza y empleo, y frenar el abandono de las zonas rurales, destaca el turismo en un contexto favorecedor de esta actividad en los destinos rurales de interior, en los que los viajeros intentan huir del turismo de masas y buscan experiencias más puras y saludables en contacto con la naturaleza y de manera más integrada con las comunidades locales. Como consecuencia, esto contribuye a la valoración y protección de su rico patrimonio cultural y natural y practicar un turismo más responsable.

En este sentido, no es una casualidad que una de las características de las inversiones realizadas en el medio rural, en el marco de los diversos programas e iniciativas europeas, estatales y locales de apoyo al autoempleo y la diversificación económica, haya sido su excesiva focalización en el turismo rural (Sampedro y Camarero, 2007). De esta forma, entre los motivos que hacen que el turismo rural sea un importante dinamizador de los procesos de desarrollo rural se encuentran su capacidad para dinamizar y diversificar las economías de las zonas rurales, dado su elevado efecto multiplicador; ser un instrumento útil para poner en valor el patrimonio natural y sociocultural de estas zonas, ciertamente en proceso de deterioro importante como consecuencia del éxodo rural; su contribución a aumentar la dimensión del mercado local y, por último, tratarse de una actividad intensiva en mano de obra, en buena parte relacionada con las labores que las mujeres han venido desarrollando en sus hogares, destacando, en este caso, la restauración y la hostelería como subsectores directamente relacionados con el turismo. Asimismo, la población local ejerce un importante papel en su desarrollo, siendo pieza fundamental para garantizar un proceso de desarrollo turístico competitivo, endógeno, comunitario y sostenible, si bien es cierto que el crecimiento del turismo rural en no pocas zonas se ha realizado de manera un tanto desordenada y espontánea, sin apenas criterios de planificación.

El agroturismo ha tenido un papel decisivo de las mujeres rurales en las iniciativas de emprendimiento. Casa rural de agroturismo en Asturias

Modelo de sostenibilidad

Hay que subrayar también que el turismo rural y el asociado de naturaleza y deportivo bien planificados pueden permitir compatibilizar las políticas de conservación de los espacios naturales protegidos con las de desarrollo socioeconómico del medio rural, ya que su desarrollo turístico no se puede entender sin su adecuada integración territorial y sin la orientación del mismo hacia la consecución de máximos beneficios y defensa de intereses generales de las comunidades locales, partiendo de principios de responsabilidad, equidad y sostenibilidad integral (Rivera y Rodríguez, 2012). Otra de las premisas de la sostenibilidad del turismo rural es la existencia de un tejido productivo bien consolidado y dinámico de pymes y micropymes gestionadas preferentemente por la población que habita en el propio territorio rural. En definitiva, las características específicas del turismo rural (pequeña escala, gestión local, turismo difuso, micro-equipamientos recreativos y deportivos, etc.) pueden estimular que los beneficios económicos y socioculturales generados por esta actividad reviertan al espacio rural (Bote, 2001). No en vano, en los programas operativos PRODER y PRODER-A, y en las iniciativas comunitarias, LEADER I, LEADER II y LEADER +, los proyectos a los que se han dirigido un mayor volumen de financiación han sido los relacionados, de una forma u otra, con la actividad turística, tales como infraestructuras turísticas, creación de empresas turísticas, formación de los recursos humanos en temas relacionados con el turismo, promoción turística, etc. Y como consecuencia de ello, el desarrollo del turismo en zonas rurales está significando la rehabilitación de sus economías, a través de una nueva fuente de ingresos que complementa o sustituye a las tradicionales rentas de los pequeños municipios y que, además, generan efectos de arrastre hacia otras actividades productivas, locales como restaurantes y cafeterías, bares, tabernas, pequeños comercios, construcción, producciones agroalimentarias y artesanales, etc.

No obstante, es necesario subrayar que el turismo no supone ni mucho menos la solución ni la panacea del desarrollo rural y los efectos del monocultivo turístico en muchas zonas rurales son generalmente muy negativos a medio y largo plazo, pues, tal y como señala Valenzuela (2008), la capacidad de este sector para generar empleo directo y estable, sobre todo asalariado, es reducida, puede conducir a la sustitución de otras actividades económicas necesarias para el mundo rural y, por añadidura, puede generar conflictos de usos con algunas de estas actividades o incluso inducir procesos de gentrificación rural en áreas colmatadas por las segundas residencias (Gascón y Cañada, 2017). Como dato sintomático de la limitada incidencia en el empleo, hemos de referirnos a 2019, pese a la evolución positiva de este en años anteriores, no se alcanzaron los dos trabajadores de media por establecimiento de alojamiento rural en ninguna comunidad autónoma española, con excepción de las de Madrid y Baleares, y en su gran mayoría en la última década no han alcanzado niveles de ocupación media por encima del 20 % .

Esta capacidad del turismo rural para generar empleo se pone, por otra parte, en tela de juicio al considerar la importancia que adquieren en este sector aspectos tales como la mano de obra familiar no remunerada, la economía sumergida, la brecha salarial de género en perjuicio de las mujeres rurales (Rivera, 2018), los importantes niveles de estacionalidad y la baja rentabilidad del sector, como consecuencia de la reducida estancia media del turista (2,5 días en 2019 y con cierta disminución en los últimos años), los bajos grados de ocupación media (tan sólo del 18,7 % en 2019) y la fuerte estacionalidad antes indicada (sólo importante ocupación en puentes festivos, fines de semana y vacaciones navideñas). Aunque, eso sí, y como contrapunto, esta actividad puede considerarse muy importante a la hora de promocionar y dar a conocer la riqueza de unos territorios desconocidos para muchas personas.

En definitiva, la medición y control de la sostenibilidad turística del medio rural y de la propia competitividad del turismo en estas zonas resulta de gran relevancia para que tanto los gestores públicos y privados como todos los actores implicados puedan llevar a cabo distintas estrategias y desarrollar políticas públicas eficaces y actividades de emprendimiento del sector privado que resulten ser válidas para la creación de valor social y económico de manera compatible con la protección del rico patrimonio cultural y natural del mundo rural. A esto habría que añadir la conveniencia de articular instrumentos de colaboración público-privada y mejorar los niveles de asociacionismo en este subsector del turismo rural caracterizado por la escasa cohesión y vertebración de su tejido empresarial y de sus principales agentes y por la abrumadora presencia de micropymes con escasa capacidad de gestión, muy limitados recursos materiales y humanos y con trabadores y empresarios en no pocos casos poco formados.

  • El turismo rural y el asociado de naturaleza bien planificados pueden permitir compatibilizar las políticas de conservación de los espacios naturales protegidos con las de desarrollo socioeconómico del medio rural

Indicadores de evolución

Tras el período de crisis económica nacional e internacional de 2009-2013, en España se ha vivido una etapa de seis años consecutivos de importante crecimiento en la oferta de alojamientos de turismo rural (figura 1) hasta la crisis del 2020 derivada de la pandemia del Covid-19. El último año de 2019 este crecimiento fue incluso superior al de 2018 y se registró un incremento relativo del número de establecimientos rurales en un 3,3 %, hasta superarse la cifra de 17 200. Más aún, y en línea con esta evolución, también cabe destacar el importante aumento del número de plazas ofertadas en estos establecimientos de turismo rural, de manera que en 2019 se incrementaron en más de un 3,3 % respecto a 2018 (más de 5.000 nuevas plazas), alcanzándose en el conjunto del país una cifra próxima a las 166 000 plazas. Estos datos revelan, asimismo, que estos alojamientos rurales en casas unifamiliares de alquiler completo o por habitaciones han experimentado un crecimiento mayor que la oferta hotelera en el medio rural, cifrada en torno a un 1,2 %, que también ha crecido en los últimos años (Martínez, 2020). En este sentido, los alojamientos de turismo rural (casas rurales, viviendas turísticas…) representan ya cerca del 11 % de la oferta de establecimientos hoteleros (hoteles, hoteles-apartamentos, pensiones y hostales). No obstante, pese a este comportamiento positivo, se ha observado una cierta desaceleración en los dos últimos años antes de la pandemia, que ha sido más intensa en el caso de la demanda que en el de la oferta, con ciertos indicios de sobreoferta en algunas áreas rurales.

La evolución de la demanda también ha sido positiva en términos generales, particularmente entre 2014 y 2017, con un incremento del 12 % de media de las pernoctaciones de turistas rurales, si bien durante 2018 y 2019 se percibe ya la desaceleración antes indicada de ese ritmo de crecimiento, pese a alcanzarse en el último año unos 12 millones de pernoctaciones (figura 2). Este buen comportamiento de la demanda se ha debido sobre todo al turismo de origen nacional, mientras que la demanda internacional no supone más del 20 % de los viajeros rurales y de las pernoctaciones totales en 2019. Incluso durante la pandemia del Covid-19 se ha podido comprobar cómo el turismo de proximidad, rural y de naturaleza, ha tenido una mejor evolución que el turismo urbano y de sol y playa.

Turismo y oportunidades de empleo en áreas rurales

Tal como hemos visto, en una sociedad desarrollada en la que la economía está experimentando un acelerado proceso de terciarización, las zonas rurales están buscando alternativas para reducir la excesiva dependencia de las actividades agrarias tradicionales o para aliviar la crisis en la que actualmente se encuentran, a la vez que intentan adecuar sus estructuras productivas a las exigencias de esta nueva sociedad del ocio y del tiempo libre. De esta forma, de todas las opciones productivas que las administraciones públicas tienen a su disposición para lograr esta reconversión económica, posiblemente, por las razones que anteriormente hemos señalado, el turismo sea una de las que más éxito pueden tener, si bien deben ser tenidos en cuenta todos los aspectos no tan positivos que actualmente viene experimentando el desarrollo del turismo rural en términos de sostenibilidad.

En cualquier caso, y particularmente en las dos últimas décadas, al socaire de los numerosos atractivos del medio rural y sus espacios naturales y paisajes y la mayor valoración de los turistas sobre los destinos de interior, las actividades de ocio al aire libre y en contacto con la naturaleza y la riqueza gastronómica y cultural del mundo rural (figura 3), se han ido generando no pocos yacimientos de empleo y servicios varios como alojamientos rurales, centros de actividades lúdico-ambientales, empresas de turismo deportivo de naturaleza (turismo activo), establecimientos de restauración o comercios minoristas de productos agroalimentarios, artesanales, etc. dirigidos en buena parte al turismo. En este sentido, la mayor parte de los agentes generadores de la oferta como los viajeros de turismo rural (figura 4) —y estos últimos en mayor medida— coinciden en valorar positivamente la contribución de esta tipología turística al desarrollo económico y la generación de nuevos empleos en las áreas rurales.


Figura 1.Evolución del número de alojamientos de turismo rural en España (2009-2019) Fuente: INE. Encuesta de Ocupación de Alojamientos Rurales. Elaboración propia.


Figura 2. Evolución de las pernoctaciones en los alojamientos rurales de España (2009-2019) Fuente: INE. Encuesta de Ocupación de Alojamientos Rurales. Elaboración propia


Figura 3. Aspectos más valorados por los turistas en los destinos rurales. Fuente: Observatorio del Turismo Rural (2019). Elaboración propia

Figura 4. Opinión de propietarios de alojamientos y viajeros rurales sobre la contribución del turismo en las áreas rurales. Fuente: Escapada Rural y Universidad de Barcelona. Observatorio del Turismo Rural (2019) Elaboración propia

El potencial del sector es un hecho, pues el número de personas empleadas en turismo rural se ha multiplicado por tres durante los últimos 15 años y ha seguido una evolución constante y creciente de la población ocupada en el sector, incluso durante el grave periodo de crisis económica y financiera que afectó a España entre 2008-2012 (Sánchez y Sánchez, 2018), y si exceptuamos el período de la pandemia Covid-19 en 2020, ha afectado a España. Pero son varios los aspectos que hay que considerar para valorar de manera más integral el impacto del turismo en las zonas rurales: la diversificación económica inducida, el crecimiento del empleo, la consideración de las mujeres y los jóvenes, la revalorización del patrimonio cultural y ambiental, el incremento del producto interior bruto (PIB), el progreso comercial y productivo y el fomento de la cooperación; variables todas ellas que han tenido una evolución positiva en la última década en términos generales.

Los alojamientos en casas rurales en las décadas de los 70 y 80 vivieron una etapa de fuerte expansión, cuando el turismo rural se basaba sobre todo en estos establecimientos y en el agroturismo (figura 6) para conseguir una renta complementaria de las economías domésticas, adquiriendo un papel decisivo de las mujeres rurales en las iniciativas de emprendimiento. En una segunda etapa, ya más entrada la década de los noventa, las comunidades autónomas asumieron las competencias de la planificación turística, lo que sirvió para un mayor desarrollo del turismo rural y la generación de ofertas turísticas diversas y diferenciadas a nivel regional. Asimismo, se marcaron algunos objetivos básicos como: a) evitar el deterioro del patrimonio arquitectónico con la recuperación de viviendas tradicionales con uso turístico; b) revitalizar el sector industrial complementario a la actividad agraria y proporcionar una renta complementaria a la agricultura; c) paliar la despoblación en las zonas rurales mediante la creación de empleo; y d) revalorizar los espacios culturales, ambientales y sociales de las zonas rurales.

En la actualidad, cuando el turismo rural está ya muy consolidado, es bien valorado por los turistas y se ha extendido por todo el país, proliferan nuevas tendencias que apuntan hacia la especialización y recualificación de la oferta y la diversificación-extensión del producto, de manera que los turismos específicos que lo conforman resultan más visibles, a la vez que favorecen nuevas oportunidades de empleo. En paralelo, la conciencia medioambiental asume cada vez más protagonismo en las motivaciones y preferencias del turista rural, que busca no sólo alojamiento sino sobre todo actividades complementarias relacionadas con el turismo de naturaleza (ecoturismo, turismo ornitológico, centros de educación ambiental, astroturismo…), las actividades físico-deportivas al aire libre u otras centradas en la cultura rural (gastronomía, fiestas populares, granjas-escuela…) Así, la puesta en valor de antiguas tradiciones y de un rico patrimonio antropológico se plasma en iniciativas como la Ruta del Románico, la Vía de la Plata, numerosas rutas enogastronómicas y especialmente el éxito internacional que adquiere el Camino de Santiago. Incluso otras recuperan y renuevan formas del pasado proto-turístico rural como la balneoterapia y el excursionismo, a la vez que se incrementan los segmentos de demanda de mayor edad y con nuevas exigencias, especialmente en relación con la calidad de los establecimientos, las ofertas de turismo senior y los alojamientos totalmente accesibles para personas discapacitadas.

  • Las actividades de ocio al aire libre y en contacto con la naturaleza y la riqueza gastronómica y cultural del mundo rural han ido generando no pocos yacimientos de empleo y servicios varios

Villa Turística de Priego de Córdoba (Córdoba). Proyecto de turismo rural de iniciativa pública acogido a los programas comunitarios de desarrollo rural de los años ochenta © Turismo Andaluz, S.A. Arriba, Parque de multiaventura en Navarra

Asimismo, muchos alojamientos están apostando por el turismo wellness y están adoptando la filosofía del slowtravel y del turismo experiencial para atraer a un turista que prefiere viajar más despacio, sin prisas, más pensando en su bienestar y en el disfrute de experiencias memorables. Paralelamente la oferta se especializa para abarcar nuevos segmentos de demanda emergentes que buscan una propuesta de estancia más personalizada o adaptada a necesidades específicas como el turismo petfriendly para animales de compañía, alojamientos para turismo ecuestre o el turismo activo en la naturaleza. Particularmente esta última oferta comercial ha experimentado un crecimiento espectacular en las dos últimas décadas, de manera que hace unos años se cuantificó en más de 1 500 empresas con un total de 8 000 trabajadores fijos y más de 10.000 eventuales, a lo que habría que añadir el empleo de las empresas de alojamiento u otros servicios turísticos que complementan su cartera de productos con actividades de turismo activo, sin olvidar el de las nuevas empresas creadas en los últimos cinco años que se cifran ya en cerca de 5 000 en toda España (Rivera, 2018). De hecho, emergen con fuerza productos de alto potencial para el empleo juvenil como los programas de multiaventura y juegos de habilidad (campamentos juveniles, ofertas para grupos en complejos turísticos, incentivos, outdoor training y team building, parques de aventura, etc.) En definitiva, no cabe duda de que se abren grandes oportunidades de creación y mejora del empleo para las zonas rurales en la medida en que el turismo rural se adapte bien a estas nuevas tendencias y se pongan en marcha acciones de comunicación y comercialización planificadas, como también los procesos de digitalización de los negocios, atendiendo a que los turistas rurales cada vez más prefieren la forma online a la hora de reservar y gestionar sus estancias. Y en este punto las administraciones públicas tendrán que hacer un importante esfuerzo para solucionar los problemas de acceso a Internet con los que aún cuentan muchos propietarios rurales y emprendedores.

Turismo de naturaleza en alza

El turismo rural y el turismo de naturaleza son las actividades que mejor se han comportado dentro de la oferta turística general en el período de crisis de la pandemia Covid-19 y durante la crisis económica internacional 2008- 2012. Podemos afirmar que la demanda de turismo rural en España no sólo tiene un elevado margen de crecimiento, sino que puede retener un carácter anticíclico atribuible, en particular, al predominio del mercado doméstico y el turismo de proximidad, generando empleos en momentos en los que el entorno rural los pierde, aunque eso sí, con un fuerte apoyo de organismos públicos que han potenciado y mejorado el atractivo de su oferta.

El turismo rural tiene que apostar, eso sí, cada vez más, por un producto de calidad, estar atento a los cambios que se están produciendo y se producirán en la demanda, y considerar que el turista rural ya no busca tan sólo un alojamiento peculiar, sino que cada vez es más exigente en la calidad del servicio, la personalidad del establecimiento, la acogida y el trato. Será un consumidor, además, que valorará sobre todo una oferta conjunta de turismo rural, servicios complementarios y actividades en contacto con la naturaleza y el paisaje cultural, las experiencias y el disfrute de los recursos y las actividades asociados al alojamiento. Es por lo tanto crucial que las empresas desarrollen nuevas estrategias de comercialización y que además estén orientadas tanto al cliente nacional como al internacional.

No obstante, el turismo rural no es la solución completa ni la panacea para el problema socioeconómico y poblacional que sufren las zonas rurales, pero sí puede servir como plataforma para dar a conocer la riqueza patrimonial de los entornos rurales. Para que el turismo rural tenga un efecto más positivo sobre el empleo y pueda ayudar a dinamizar la economía del entorno, es conveniente que las administraciones públicas tomen medidas que contribuyan a mejorar servicios básicos y equipamientos de soporte de las áreas rurales, como son la educación, la sanidad y las infraestructuras de comunicación, lo que sin duda repercutirá en la calidad de vida de su población y del turista. Es importante tener, en fin, un punto de vista estratégico del sector que agregue transversalmente la actividad agraria, la industria agroalimentaria, las tradiciones artesanas, el desarrollo y el turismo, sin que ello produzca una saturación del entorno rural y la pérdida de su identidad cultural, de manera que contribuya de manera sustantiva a la que se ha venido en denominar la “resiliencia o sostenibilidad socio-ecológica” del medio rural (Ruiz-Ballesteros, 2017) y la generación de empleo y riqueza.

El desarrollo del turismo en zonas rurales rehabilita sus economías. Turismo activo en la Sierra de Guara © Bewelltrip

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