ES HISTORIA El padre de los Parques Nacionales de España

Mirador entre los lagos Ercina y Enol, en el Parque Nacional de Picos de Europa © Julio Herrera / Turismo de Asturias

  • Pedro Pidal, Márques de Villaviciosa (1869 - 1941)

“Enamorado del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, en él desearíamos vivir, morir y reposar eternamente, pero, esto último, en Ordiales, en el reino encantado de los rebecos y las águilas, allí donde conocí la felicidad de los Cielos y de la Tierra, allí donde pasé horas de admiración, emoción, ensueño y transporte inolvidables”. Así reza el epitafio de la tumba de Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa, en el mirador de Ordiales desde el que admirar todo un mosaico de pastos, vegas de montaña y roca, y que gracias a su altura permite contemplar no solo el verde de las tierras de Asturias, sino el azul de su cantábrico mar.

“Enamorado del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, en él desearíamos vivir, morir y reposar eternamente, pero, esto último, en Ordiales, en el reino encantado de los rebecos y las águilas, allí donde conocí la felicidad de los Cielos y de la Tierra, allí donde pasé horas de admiración, emoción, ensueño y transporte inolvidables”. Así reza el epitafio de la tumba de Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa, en el mirador de Ordiales desde el que admirar todo un mosaico de pastos, vegas de montaña y roca, y que gracias a su altura permite contemplar no solo el verde de las tierras de Asturias, sino el azul de su cantábrico mar.

Una vida singular

Gran parte de su la fama le viene por haber sido el primero en escalar el mítico Picu Urriellu, es decir, el Naranjo de Bulnes, en compañía de Gregorio Pérez “El Cainejo”, un 5 de agosto del año 1904. Y esta sería sólo una más de sus muchas hazañas alpinistas por los principales montes de Europa, que se conocía al dedillo, y uno de los hitos de su vida de leyenda, marcada por una personalidad polémica que definió las numerosas actividades a las que se dedicó, ya fuera en el terreno empresarial, político o deportivo.

Pedro Pidal nació en Somió (Gijón) el 2 de noviembre de 1869, en el seno de una familia de quince hermanos. Como era habitual entre la aristocracia de la época, le bautizaron nada menos que con 27 nombres, aunque en el entorno familiar siempre se le conocería por Perico. Tanto su padre como su abuelo fueron abogados y destacaron en política, ocupando importantes cargos en diferentes gobiernos. Curiosamente, su abuelo, su tío y su propio padre ostentaron la Embajada de España en el Vaticano. Estos antecedentes familiares fueron referencia fundamental en la vida de Pedro Pidal.

Pedro Pidal, Marqués de Villaviciosa, infatigable defensor de la naturaleza

Su infancia y adolescencia transcurre entre Gijón y Madrid. A los 17 años termina el bachiller en el Instituto Cardenal Cisneros de la capital y en 1891 obtiene la licenciatura de Derecho por la Universidad Central. Los veranos los pasa en Asturias y como su padre, aprende a ser un apasionado de la naturaleza y un consumado cazador. Pateando palmo a palmo los Picos de Europa, se convierte también en un experto montañero. Entre las sociedades alpinistas se le considera como el primer montañero español y una de las figuras que más ha contribuido al desarrollo del alpinismo en nuestro país.

En 1892, con 23 años, contrajo matrimonio con Jacqueline Guilhou, heredera de una de las mayores fortunas de la época pues su padre era dueño de la Fábrica de Mieres, una de las empresas más importantes de España por aquel entonces. La boda fue un acontecimiento sonadísimo y como regalo de bodas, la Reina Maria Cristina le concedió el título de Marqués de Villaviciosa. En el terreno práctico, este matrimonio sellará una alianza entre las familias más representativas del poder económico y político de Asturias.

Personaje polifacético

La vida del Marqués de Villaviciosa fue un constante ir y venir por Europa, desplegando su arrollador entusiasmo en multitud de actividades. Llevaba una vida social muy intensa y fue gran amigo del rey Alfonso XIII, con el que compartía aficiones como, por ejemplo, la caza. Pidal era un excelente tirador, hasta el punto de ser el primer español en lograr una medalla olímpica. Ocurrió en París, en los Juegos de 1900, los segundos de la época moderna. Aprovechando un viaje de negocios como director de la Fábrica de Mieres, participó en las pruebas de tiro de pichón, quedando en un honroso segundo puesto. Paradójicamente, los pichones eran artificiales y los ganadores no recibían medallas sino regalos de muy variada clase.

Poco después, acometió su mayor gesta deportiva: la ascensión al Naranjo de Bulnes, algo que nadie había conseguido hasta ese momento. Se preparó concienzudamente, entrenando durante meses en las cumbres de Chamonix, compró en Londres la mejor cuerda de escalada y el 5 de agosto de 1904 coronó con éxito el Naranjo, gracias a la destreza y el arrojo de un lugareño, Gregorio Pérez “El Cainejo”, al que años más tarde nombrará guarda mayor del Coto Real de los Picos de Europa.

El Arniches del Parlamento

Paralelamente a estas actividades lúdicas y deportivas, el Marqués de Villaviciosa comienza a destacar en el ámbito político. Diputado por el Partido Conservador desde 1896 y dueño de una oratoria prodigiosa, populista y contradictoria, sus intervenciones en la Cámara eran muy celebradas y llenaban páginas y páginas de los diarios de toda la nación. Los cronistas parlamentarios le bautizaron como el Arniches del Parlamento. Llenaba la Cámara con su discurso brillante, temperamento espontaneo y su capacidad de iniciativa que demostró especialmente con su lucha en defensa de la naturaleza, que se convertiría en el argumento de su vida.

Con 45 años, es nombrado senador vitalicio por el gobierno de Eduardo Dato. Desde este puesto comenzará su campaña para la creación de una Ley sobre Parques Nacionales. La preocupación le viene de antiguo y en la iniciativa pone todo su empeño. Incluso viaja a Estados Unidos para conocer de cerca la experiencia americana, en concreto en los Parques de Yellowstone y Yosemite.

El 14 de junio de 1916, el Marqués, como se le conocía en las Cortes, pronuncia ante el Senado un memorable discurso en defensa de los Parques Nacionales: riguroso, elaborado, magníficamente expuesto. No hubo lugar esta vez a bromas ni a risas. Pidal expuso por primera vez en el Parlamento español la necesidad de proteger la naturaleza con medidas eficaces, argumentándolo con datos precisos y presentando iniciativas semejantes en todo el mundo. Le llovieron los aplausos y las felicitaciones, entre otras, la del presidente del Consejo de Ministros, su amigo el Conde de Romanones. Por fin, el 17 de diciembre de ese mismo año, se promulga la Ley de Parques Nacionales, que posibilita la posterior creación del Parque Nacional de Covadonga en Asturias y el Parque Nacional de Ordesa en Aragón. Esta ley, pionera del conservacionismo español, proporcionó la mayor de las satisfacciones a Pidal y fue, sin duda, el mayor éxito político en su azarosa vida pública.

Últimos años

A esta ley y a defender sus ideas de protección de la naturaleza dedicó Pedro Pidal la mayor parte de su vida activa. Hasta 1934 vivió volcado en la administración de los Parques Nacionales, descuidando la gestión de la Fábrica de Mieres, que a punto estuvo de perder en varias ocasiones. También la Guerra Civil española, que le cogió residiendo en Madrid, llegó a privarle de lo más esencial, salvando su vida de milagro.

Después de la guerra, el Marqués de Villaviciosa se retiró definitivamente a Asturias, su amada tierra. Murió el 17 de noviembre de 1941 en su domicilio de Gijón. Fue enterrado en el panteón familiar de Covadonga. Siete años más tarde, en 1949, fue llevado por montañeros, familiares y amigos hasta el Mirador de Ordiales, cumpliendo su deseo de reposar eternamente en uno de los parajes de los Picos de Europa que más quería.

Más información: “Pedro Pidal, el hombre de los Picos de Europa.” Biografía completísima escrita por Joaquín Fernández y editada por el Ministerio de Medio Ambiente. Madrid, 1999.

Magnífico escalador, Pedro Pidal fue el primero en subir al mítico Pico Urriellu © Mampiris / Turismo de Asturias

Majada de Belbín © Julio Herrera / Turismo de Asturias. Abajo, Bulnes de Abajo © Mampiris / TA